domingo, 8 de mayo de 2016

Alberto

Voy a hablarles de Alberto. Lo conocí nada más entrar en el centro, me resultó curioso ver como, al igual que yo, al entrar en la clase nos desprendíamos de la imposición del tiempo, el reloj. No hay tiempo cuando se disfruta.
Supe ese mismo día que Alberto era especial, pero no porque padecía asperger sino porque me miraba y se relacionaba conmigo de un modo muy especial, detectaba cada uno de los estados de ánimo de cada uno de los que compartíamos con él el espacio del aula. Siendo para él su aliento y él el nuestro. Sentimiento que no sólo yo percibía sino que todos y cada uno de sus compañeros fomentaba y creaba en cada una de sus acciones. Pero no siempre fue así Alberto inició sus estudios con muchas dificultades, las cuales le llevaron en algunas ocasiones a padecer crisis y actos incontrolados, sufridos y presenciados por sus compañeros y profesores. Quizá fue por ello que cuando se presentó la posibilidad de realizar una actividad extra-escolar nadie quiso que Alberto fuese porque nadie quería hacerse cargo, ser responsable de él. Pero, a él le apetecía mucho, quería ir con sus compañeros y ellos con él así que frente a toda imposición, problema o inconveniente por duro que fuese inicié una campaña para que Alberto viniese a la actividad, haciéndome yo responsable de él. Recuerden que sólo lo conocía unas dos o tres semanas. Y he de decir que todo fue genial. Hubo momentos en los que no fue fácil pero no cambio ni un sólo instante, ni un solo acto de aprecio que hacía mí hizo. Nada, todo esfuerzo valió la pena. Al finalizar el director y la jefa de mi departamento, Alicia, me dieron las gracias por algo que me sorprender y al mismo tiempo me cabrea, haberles recordado que la función de un docente es superar obstáculos buscando el bienestar de nuestros alumnos. Como una labor quijotesca debemos enfrentarnos a los molinos que desde fuera se nos impongan por muy altos que sean.

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