jueves, 31 de marzo de 2016

SOLA

Nunca me he sentido tan sola y a la vez tan llena como me siento ahora. Nunca he creído estar más cerca conmigo misma como lo estoy ahora. Pero, curiosamente, han tenido que pasar 31 años para darme cuenta de que con la persona con la que tengo que justificar y conciliar mis miedos, perdonando cada uno de mis tropiezos, no es nadie más que yo. Yo, palabra compleja y demasiado filosófica para que pueda abarcar todo lo que en ella cabe; para los otros nada, para mí todo mi mundo.
Es curioso como cuando más sola me encuentro, es cuando más llena y cercana me encuentro para absorber todo lo que a mi alrededor se gesta: amor, amistad, desprecio, distancia...sentir. Vivo cada uno de mis pasos, siento cada uno de mis pensamientos, siento cada uno de ellos como el más irrepetible de mis actos. Siendo cada uno de ellos una guía, una pauta de aquello que, aun sabiendo que nunca podré alcanzar, anhelo: mi yo futuro.
Desconcertante, silencioso y siempre nocturno aparece cada madrugada en mi pensamiento. A veces teatralizado por mi imaginación, casi siempre demasiado predispuesta a ello, en sentimientos trágicos o a veces personificado por sentimientos y experiencias cómicas de mi ayer.
Quizá todo ello se deba a un proceso del que solo ahora he sido consciente de estar viviendo pero hasta esta misma noche, sentada en un bar sola, no había pensado con la felicitad tan grande que me puede proporcionar el no cuestionarme, el saber perdonarme, el poder dejar de conceptualizarme y poder, con todo ello, disfrutar de la feliz compañía que supone estar conmigo misma sola.
Uno de mis mayores miedos, desde una edad bastante temprana, siempre fue el sentirme/ estar sola. Miedo que se representaba en mi mente, como si de una película se tratase, de mi yo mental en un bar repleto de gente y yo, sola, comiendo en un bar, sin tener con quien hablar, sin poder disimular mi soledad con nada y tener que teatralizar la no importancia de mi soledad con falsas aceptaciones o actitudes sociales que nada tenía que ver con mi realidad interna: el ser y estar sola. Porque, ¿Cómo superar la soledad a la que todos/as estamos inevitablemente condenados?
Pero ¿por qué tenemos que prenteder superarla? Si esta es nuestra pretensión nunca saciaremos nuestro vacío porque nunca encontraremos nada con lo que completar algo que solo nosotros mismos rellenamos. Quizá sea por esta vital característica por la que en la mayoría de las ocasiones el "relleno" existencial que podamos darle a partir de conceptos limitadores no sea suficiente para todo lo que ella engloba.
Con esta reflexión no pretendo que todo el mundo quiera estar única y exclusivamente solo, no, no pretendo que todo el mundo se convierta en un idiota ( ιδιος [ídios] solo, aislado). Pero, sí que pretendo que la no-idiotez sea la condena de nosotros mismos, creando amistades fantasmas o parejas innecesarias que sí nos aportan una compañía externa pero estas sí que nos condenan a la más cruel de las soledades, aquella que en vez de construirte te destruye por dentro, y en ocasiones por fuera. 
El otro es siempre necesario para la construcción de nuestro yo, como les digo a mis alumnos, no podemos pretender quitarle al otro lo que nos beneficia sin saber darte aquello que el otro, el externo a mí, también anhela: el reconocimiento. 
Pero, este reconocimiento no me excluye del trabajo constante que supone mi vida, que sea plenamente vivida. Sin una voz omnisciente que narre y explique los actos, para que sea realmente vivida, yo al menos solo necesito una cosa, ser yo misma en cada uno de los pasos que doy y decido dar en ella. Equivocarme, subir y bajar millones de veces, sentri, soññar, apasionarme de toda y de nada, contradecirme y enamorarme y, por supuesto, odiar y temer.... TODO. No quiero que nada se me escape, al menos nada que me apasione. 
Me he dado cuenta de que he perdido demasiado tiempo pensando que debía hacer con mi vida y demás, mientras que la única pregunta que me debía preocupar era saber qué me apasiona y me produce placer y la respuesta saben cual es, vivir mi vida tal y como yo quiera. 
Quisiera terminar esta entrada con un fragmento del libro Afrodita:
" Entonces vio que no se detenía, que no se preocupaba por él, que ni siquiera afectaba mirar al mar, ni alzar su velo por delante, ni simular sumirse en reflexiones. Simplemente se paseaba sola y no buscaba más que el frescor del viento, la soledad, el abandono y el ligero estremecerse del silencio".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog