Esta es la primera historia que cuento pero creo que es una de las historias que más me han impactado. Se trata de la historia de una mujer fuerte y probablemente sin suerte.
Con poco más de mil euros guardados en su sujetador, una falda de colores pasteles a conjunto con una blusa nueva, llego a Alemania. Después de muchos años trabajando en una pequeña empresa en su país de origen, dicha empresa cerro sus puertas, dejando a miles de mujeres en la calle.
En este momento y gracias a una prima decidió irse con ella y probar mejor suerte. En su país de origen dejó muchas cosas, sobre todo a su madre pero con 50 años ¿Tenía otra solución?
En Alemania, según le contó su prima, todo era más fácil, había más trabajo, la gente te respetaba más, los hombres no bebían tanto y era fácil rehacer una vida con 50 años ya cumplidos.
Después de unos 3000 pesos y muchas lágrimas derramadas llegó a Alemania. Una vez aquí todo fue muy lento y rápido a la vez. Su prima, gracias a que era mucho más joven, consiguió casarse con un alemán, por lo que el visado y muchos otros problemas los tenía resueltos. Pero, en su caso, todo fue mucho más lento. Consiguió trabajos en negro, limpiando casas de extranjeros. Personajes que sabían que su estancia en Alemania o bien sería corta o, al menos, tenía fecha de caducidad.
El dinero no daba para mucho y era tanto el miedo que sentía que prefirió quedarse en la habitación contigua a la de una amiga de un mugroso "hostal". Aunque era poco lo que pagaba eran muchos los problemas que le acarreaba; no hablar alto, no poder encender la televisión más tarde de las 10 de la noche, etc.
Los años pasaron y poco a poco lo malo iba dejando paso a la conformidad. Menos los inviernos y las tormentas, con casi 65 seguía teniendo pánico a las tormentas.
Era el momento de pedir los papeles para poder estar legalmente en el país. Eran muchos los problemas que imposibilitaron tal objetivo, no quedaba otra solución, debía casarse con un hombre con nacionalidad alemana. ¿Con 65 años?
Tuvo que pagar a alguien. Gracias a su prima conoció a un holandés que estaba dispuesto a casarse con ella a cambio de que ella se hiciese cargo de los gastos de su manutención. Parecía lógico, acepto. Pasado un tiempo le dio una suma importante de dinero para poder dar comienzo a su objetivo, poder obtener la nacionalidad. Pero cada vez era mayor la cantidad que precisaba.
No pudo más, le pidió explicaciones. Pero estas réplicas no fueron entendidas por dicho hombre y decidió denunciarla. En estos momentos nuestra amiga no sólo no ha obtenido la nacionalidad europea sino que, además, sigue viviendo en una pequeña habitación a las afueras de la ciudad, limpiando casas de extranjeros y rezando para que los días pasen lo más rápido posible para poder volver, quizá después de su muerte, a su país junto con su gente y disfrutar del verano y el mar.
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