domingo, 19 de febrero de 2017

Pretender estar con alguien y dejar de estar solos no es más que mera ilusión. Analizas cada una de tus relaciones y no entiendes, escuchas, nada más que tus pensamientos, tus sentimientos. Nunca dejamos de estar solos. Podemos amar, entablar amistades, pactos o dependencias pero no hay más que un único camino, el tuyo. Pretender que los otros te sigan en cada uno de tus pasos no es más que la frustración más común y humana con la que vivimos. ¿Por qué pretender ser dos cuando no eres ni uno? y más allá de esto ¿Cómo pretender ser Uno siendo dos? ¿Se puede vivir junto a alguien siendo tu y lo otro, el otro?
Quizá por estas dificultades muchos/as deciden vivir en la más absolutas de las soledades, quizá por eso vivir en pareja, con los tiempos que corren, es sólo una cuestión de valientes. Atrevidos soñadores que anhelan caricias ajenas, vidas conjuntas o experiencias entrelazadas que sólo se gestan desde el más cruel de los sentimientos, el egoísmo. Ya que, ¿seguimos pensando en el otro cuando ya no nos es favorable o acorde con nuestro "modo de vida"? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a ceder parte de nuestras vidas o expectativas por compartirla con otro? Otro al que, como mínimo, nos pasamos una vida entera o gran parte de nuestra vida conociendo sin poder salir del campo de la confianza o conformidad.
Querer implica muchas y muy diversas decisiones pero una de las más crueles es saber que no puedes hacerte entender, que no te entiendes ni lo entiendes, que sólo actúas, pretendiendo sentir hasta que algún día todo se acabe. Sin motivo aparente, sin causa que justifique un distanciamiento o un adiós. De la misma razón irracional que te hace ceder tu vida, dejar tus expectativas por las de otro, pretendiendo ser Uno o la suma imperfecta de los dos, del mismo modo, algún día decides soltarlo, dejarlo ir y no volver la vista atrás.

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