miércoles, 5 de octubre de 2016

Cuando comienzas a andar, no crees no encontrar nada, no crees perderte, no crees que la confusión o la desorientación serán fieles en la que, en un inicio, "sólo" es una búsqueda. Pero cuando la búsqueda no cesa, cuando tu inconformismo te sitúa en situaciones o circunstancias cada vez más complicadas o difíciles comienzas a replantearte que, quizás, los términos o pautas establecidas en un inicio nada tienen que ver con los que ahora precisas, al igual que nada tienen que ver con los que en un futuro querrás.
Pero, entonces, ¿en qué me sitúa esta dicotomía de la inconformidad? ¿en una incesante búsqueda de algo que en ningún momento sabes lo que es porque en cada momento muta de forma y alcance?, es decir, ¿me tengo que conformar en un ser-nada pero pretencioso de todo?
Quizá sea este el mayor de los problemas o consecuencias que el inconformismo conlleva pero ¿no vale la pena intentarlo? Creo que sí.
No estoy hablando de casos en concreto ni de situaciones particulares, es decir, no digo que, por ejemplo, un profesor/a con su plaza aprobada y estable no pueda tener la misma necesidad de inconformidad que yo siento. No tiene nada que ver, puede que la sienta, que la precise, o no. Como dice una canción "No, no pasa nada si algo no es correcto o no es perfecto en tanto que seas tú la dueña de tu habitación".
Pero, ¿cómo confeccionar, crearte, en un espacio en el que la concreción o particularidad son la disparidad, la inconcreción, es decir,la más pura de las abstracciones? Nunca consigo que mi interlocutor entienda lo que con esta pregunta pretendo decir sin que se me acuse de infantilidad o, incluso, de estupidez.
Puede ser, pero, sabéis una cosa, poco me importa. Si algo me ha caracterizado a lo largo de mi vida ha sido, a modo de precepto, y creo que es lo único que tengo claro, es la pretensión en cada uno de los ámbitos de mi vida de no categorizarme. No quiero que me digan y mucho menos hacerlo yo misma acerca de mi persona o de mis acciones, cómo soy o quién se espera que sea, porque soy todo lo que quiera y en función de eso los demás que esperen o piensen de mi lo que quieran pero nadie me conoce como yo. Principalmente porque solamente yo, única y exclusivamente yo, soy quien escucho mis miedos, sólo yo sé lo que me cuesta afrontar mis limitaciones y reirme de las misma. Sólo yo dialogo conmigo misma. Difícil tarea que tod@s afrontamos a lo largo de nuestra vida y sin la que, que no se nos olvide, no seríamos quienes somos.
Por todo ello, he considerado establecer en mi vida un nuevo precepto " yo decido mi vida y, por lo tanto, al mismo tiempo también las consecuencias de la misma". Si no me gusta mi vida no debo ver nada más allá que aquello que frente a lo que tengo ahora quiero y no poseo. No hay más, si algo no te gusta o no quieres, cambialo, dejalo, crea un nuevo mundo, porque sólo tú eres la responsable de lo que a tu alrededor se va confeccionando.
Sin miedo, todos sabemos que en algunos casos o circunstancias estas palabras no son sencillas y en muchas ocasiones se perciben como vacías o demasiado abstractas pero esto no es más que una justificación o descarga de débiles. Una persona fuerte es la que frente a un problema, aunque sepa que tiene toda las de perder, se eleva para poder hacerle frente. En ese acto mismo de enfrentamiento y lucho aunque nos parezca una tontería el sujeto ya se está acompañando de un estado y circunstancias que independientemente del resultado que obtenga lo elevan. Alejándose de la situación de víctima que tanto le gusta al débil.
Para que puedan entenderme siempre cojo una cita o separación que Nietzsche utilizaba en sus textos sobre la moral sobre todo y es la siguiente. Si nos paramos a pensar en la diferencia muy clara en la lengua castellana entre "sentirse enfermo" y "estar enfermo" vemos que aunque, obviamente, ambos están vinculados no necesariamente deben ir unidos porque una persona enferma puede no sentirse enfermo o no querer que se le considere o trate como tal, pretendiendo con ello superar o hacer frente a la misma. Parece una tontería u obviedad pero poca gente afronta en una situación delicada la postura del fuerte.

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